Hace unos meses escuché este episodio del pódcast de Dani G. Schulz, Viene y va, que me hizo reflexionar sobre mi adolescencia. El martes volví a escucharlo y decidí escribirle una carta a la niña fuerte que fui a mis diecisiete años.
A mi yo adolescente:
Si tuviese que definirte con una palabra, usaría el adjetivo fortaleza. Cuando te observo en las fotos que guardo de aquella época, me doy cuenta de dos cosas. En primer lugar, tuviste -tuvimos- la adolescencia soñada. Tenía un gran grupo de amigos, salía a fiestas, armaba pijamadas, tenía un novio al que quería con locura. Lo quería como solo se pueden querer los novios a esa edad: sin miedo, sin control y con pasión.
“Que obviamente mirando para atrás las cosas se ven muy claras, pero cuando estás viviendo las cosas, honestamente no se ven como quieres que se vean. O quizás te estás preocupando de cosas que en un año no te van a preocupar.”
La segunda cosa que observo son mis ojos: apagados, tristes y sin vida. La verdad es que aunque lo tenía todo, no era feliz.
Mis diecisiete fueron la etapa más dura que me toco atravesar y creo que una parte de mi esencia quedo atrapada en esa época. Perdí una parte de mí misma y sé que nunca la voy a recuperar.
Me tocó vivir situaciones que nadie a esa edad debería vivir. Sé que hay cosas peores porque me toco vivir cosas peores, pero en la adolescencia, creemos que si nos rompen el corazón es el fin del mundo.
“Y cuando eres adolescente, sientes que todo va a durar para siempre. Entonces sientes que siempre vas a ser el mismo tipo de persona. Siento que cuando eres adolescente, no entiendes la noción del tiempo y no entiendes que las cosas van a pasar, que hay personas que van a dejar de ser importantes, que hay personas que van a dejar de ser la persona más cool y popular del mundo, que hay cosas que no te van a hacer sentir así para toda la vida”.
A mi yo adolescente le tocó vivir la traición de su novio con su mejor amiga. Su grupo de amigos la dejo a un costado de un día para el otro, comenzando con un bullying silencioso del cual no se percataba al inicio, pero que poco a poco fueron calando hondo, cavando poco a poco un agujero que me dejó sin aire.
En medio de todo, mi yo adolescente tuvo que escoger qué carrera estudiar, a qué universidad ir, decidir un futuro cuando el presente no era estable. Mi yo adolescente no quería ir a su fiesta de graduación porque no le gustaba el cuerpo que tenía, pero tuvo que ponerse el vestido de fiesta igualmente.
Acoso, bullying, maltrato psicológico y físico.
Muchas veces me juzgué a mí misma por las decisiones que tomé en su momento y después, pero ahora lo veo claro: hice lo mejor que pude. Atravesé el trauma, hice el duelo y superé todo sola.
A mi yo adolescente le pido perdón por haberla juzgado tantas veces y le doy las gracias por haber sido tan fuerte porque si no fuese por ella, hoy no estaría acá escribiendo esto. De pie y más fuerte que nunca.
¡Gracias por leerme! Si te gustó esta publicación, te invito a suscribirte con tu mail, a compartirlo en redes sociales o a dejar un pequeño comentario, lo que gustes :). Gracias por el apoyo.
Nos leemos en la próxima entrada,
Besos,
Cande.